"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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07-02-2014 |
Autocrítica, Derrotas, Desilusión, Desengaño
Se sigue armando la polémica en torno al plebiscito sobre la megaminería, siguen saliendo notas diferentes de más compañeros. De la misma forma, la recolección de firmas ya ha dado los primeros pasos. Aprovecho para invitar a todos a sumarse.
Otra novedad es que se convoca a una nueva marcha contra la firma del contrato con Aratirí, y hay convocatorias que refieren al tema de fondo pero “ni a favor ni en contra” del plebiscito. Es un gran avance.
Tenía pensado continuar con el análisis de los argumentos de Irma en contra de la iniciativa plebiscitaria en “Polvos y Piedras”, nota en PP 1104, 29/01.
Pero antes de otros aspectos de su argumentación creo necesario referirme a su reclamo de autocrítica sobre el plebiscito contra la ley de caducidad.
“ ...toda lucha que la capitalice don estado, don patrón, don capital, doña multinacional, don desengaño, don conformismo, doña desilusión, don Soros o Rockefeller debe tener la autocrítica correspondiente.... Creemos que la honestidad intelectual de la cual deben impregnarse las críticas y autocríticas pasa por reconocer las cartas con que contamos en este juego... determinar para qué estrategia aportó más lo que hicimos...Tenemos la responsabilidad de discernir si los caminos que anduvimos... sirvieron para acercarnos un poquito más... ¿Salió o no fortalecido, el bloque de la impunidad? Y no he oído autocríticas que vayan al fondo... ”.
Ese es el planteo de Irma, cortito y al pie.
Según ella, al no alcanzarse la votación necesaria, esto aportó a “doña desilusión”, “don desengaño” , y por ende “don conformismo”, y por lo tanto salió fortalecido el bloque de la impunidad. Los que impulsamos el plebiscito contra esa ley deberíamos tener la honestidad y la responsabilidad de reconocer que el camino emprendido terminó fortaleciendo al enemigo y que era un camino equivocado.
Aclaro mi caso personal. Impulsé desde el primer momento la iniciativa de reforma constitucional por vía plebiscitaria. Mi autocrítica estuvo publicada una semana después de los resultados ( El triunfo estafado , 4 nov. 2009, PP 223, y también: http://www.surda.se/ArticulosEnPortada/Uruguay%20El%20triunfo%20estafado.htm ).
"Reconozco de plano que me equivoqué. Yo pensé que ganábamos y me jugué a esa, y fui de los que impulsamos a la gente a que se jugase y corriese el riesgo. ... Me equivoqué, calculé un 50%+1 y tuvimos un 48%. Tres años de trabajo, 340 mil firmas, millón cien mil votos... “
No creo sin embargo que esta autocrítica satisfaga a todos, porque luego decía:
"Esta pequeña derrota se va a asimilar muy rápidamente, y toda la energía acumulada y frustrada no nos llevará al aplastamiento”. Y desarrollaba esa idea en todo el resto de la nota.
Sostengo que exactamente eso es lo que pasó. La derrota no tuvo las consecuencias que algunos esperaban. La desilusión duró muy poco y la lucha prosiguió por distintas formas, no muy diferentes a las que había antes.
Y si yo me hice autocrítica por haber sido demasiado optimista sobre los resultados en las urnas, también deberían hacerlo quienes esperaban consecuencias catastróficas de un resultado adverso.
En realidad no espero autocríticas porque suelen brillar por su ausencia, en eso le doy la razón a Irma. Espero sí, por lo menos, que no se cometa nuevamente el mismo error. Porque ¿para qué si no cometemos errores los humanos?
Pero Irma hace una valoración distinta a la mía sobre el impacto del resultado adverso en las urnas. Ella dice que el efecto depresivo de la derrota es mucho más permanente.
Lo único que puedo decir acá, al menos en una forma simple y breve, es que son impresiones diferentes, y otros tendrán otras impresiones. Los elementos que puedo dar para una interpretación ya los di, por ejemplo en lo que se refiere a la movilización contra la Suprema Corte del 15 de febrero del año pasado, que en mi opinión no indica que exista un aplastamiento y desánimo permanente.
Como Irma se refiere exclusivamente al estado de ánimo de las masas, al factor subjetivo (doña desilusión, don conformismo), dejo de lado otros elementos del análisis, como por ejemplo lo que tiene que ver con el tratamiento parlamentario del tema y los resultados.
Pero Irma dice algo más, que es el centro de su planteo.
“ ... toda lucha que la capitalice...”. Esto es, toda lucha derrotada que provoque desánimo, desilusión, etc., “ debe tener la autocrítica correspondiente...” ( O sea: fue un error)
Eso, así, es insostenible. Todos los caminos de lucha y todas las metodologías sufren derrotas. No existe un método garantizado, y andar buscando métodos garantizados es lo más opuesto al espíritu revolucionario. Es correcto ser prudentes, pero eso no implica que no se corran riesgos.
Un caso de imprudencia fue mi seguridad en que se alcanzaría el 50%+1. En eso debo hacerme autocrítica y la hice. También si hubiese cometido el error (que no cometí) de suponer que el voto bastaría, aun ganando, para vencer la impunidad. También si hubiese cometido errores de instrumentación tales que hubiesen sido la causa de no haber llegado a la meta, cosa que no creo que nadie me atribuya. Soy responsable si de la manija, y por lo tanto en una pequeña parte (porque yo solito poco efecto tengo) de la desilusión.
Pero Irma dice algo diferente, que el error fue haber impulsado ese camino, ya que terminó en derrota.
Voy a tomarme la libertad de poner el ejemplo de UN CAMINO DE LUCHA que condujo a una DERROTA, y esa derrota produjo a su vez EFECTOS POLÍTICOS NEGATIVOS DE LARGA DURACIÓN. (Desilusión, desánimo, retroceso ideológico, fortalecimiento del Estado, sin ninguna duda).
Ya adivinaron. La lucha armada de los 60 y 70
Las discusiones políticas que tenemos sobre ese tema se refieren a las formas y criterios, dentro del camino genérico de la lucha armada y a la evaluación de las condiciones y el momento en que se iniciaron.
Solo los reformistas sostienen que la derrota “demuestra” que la opción armada termina fortaleciendo al enemigo. Y no por tener tal o cual orientación errónea EN la lucha, ya solamente por haberla impulsado.
Sin darse cuenta Irma está esgrimiendo el criterio más inmovilista y conformista que puede plantearse
Por supuesto que Irma no plantea nada de eso, que está muy lejano a su forma de pensar, ya lo sabemos. Pero ¿por qué tiene esta aparente incoherencia?
Irma es una persona con un muy alto espíritu de lucha. Sin duda eso es encomiable. Pero nuestro espíritu de lucha no debe hacernos caer en el subjetivismo. Acá discutimos sobre el espíritu de lucha de la gente en general, los ánimos, los desánimos, las ilusiones, las desilusiones, y qué provoca los picos y los bajones, cómo incide cada derrota y hasta qué punto. Hablamos de factores subjetivos, pero nosotros debemos evitar el subjetivismo.
Y para eso no podemos andar midiendo las cosas con dos varas diferentes por valoraciones afectivas; a nuestro amado hijo le perdonamos todo y al que venga a hacerle competencia no le perdonamos una.
El voto es un instrumento político débil. A veces la gente deposita en él una gran esperanza e ilusión en ciertas situaciones especiales, generalmente no. A los revolucionarios puede servirnos a veces para un trabajo político indirecto por su producto colateral siempre y cuando lo sepamos aprovechar, no porque vaya a resolvernos las verdaderas luchas de poder.
Por esa misma razón una derrota en las urnas, aunque a veces pueda traer un impacto depresivo fuerte y duradero, generalmente no es así . La gente no le da tanto valor al voto como hacerse las tales tragedias por una derrota electoral, salvo contadas excepciones. Recuperarse de una derrota electoral es fácil.
Una insurrección es una herramienta política fuerte. No por ello es un instrumento seguro aun triunfando, como lo prueban todas las revoluciones degeneradas. Pero es un camino de riesgo y mucho más costoso. Por eso una derrota puede provocar efectos más fuertes y duraderos.
Como en todas las cosas, se pueden cometer errores. Puede haber errores en la lucha que lleven a la derrota, puede ser equivocado el método concreto, y puede ser equivocado el momento elegido. Esos errores pueden provocar “acumulaciones” de doña desilusión y todos sus amigos. Pueden haber situaciones (esta en Uruguay, por ejemplo) que terminen provocando un desprestigio muy grande del camino armado, que sea muy difícil de levantar. Irma señala precisamente eso cuando pregunta “¿Ya fue?”
Ninguna de esas cosas nos hacen descartar el camino armado de por sí.
Y debemos usar la misma vara para medir las distintas metodologías, y por lo tanto también los errores y sus consecuencias.
Sin embargo está muy extendida la idea de que el plebiscito está en una categoría aparte . Se puede iniciar una huelga sin saber si se gana o se pierde, se puede convocar a una acción callejera sabiendo perfectamente que seremos cuatro gatos. Pero, nos dicen, no se puede convocar a un plebiscito si no estamos completamente seguros de tener la mayoría , y si no se obtuvo fue un error convocarlo.
En todo caso sería tan erróneo o tan correcto como la huelga que se perdió o el acto callejero de los cuatro gatos. Lo otro, la categoría especial para el plebiscito es mistificación democrática , caer precisamente en el error que se critica.
Claro está, un acto callejero de cuatro gatos no tiene consecuencias graves, de modo que de ese error nadie se hace cargo. Un caso no, dos tampoco, después diez, quinientos... Al final sí llegan las consecuencias graves y muy graves. No solo doña desilusión y todo eso, doña desidia, doña irresponsabilidad, doña “salir en la foto”, don protagonismo, don hacer las cosas descuidadamente., don todo suma. “ Y no he oído autocríticas... “
No espero autocríticas
Espero, sí, que todos aprendamos del error y no desaprovechemos esta nueva oportunidad de hacer un trabajo político de masas de gran alcance, la oportunidad de romper en gheto, de aprender en la acción
Para eso hay que empezar por dejar de lado los prejuicios
Fuente: http://www.postaportenia.com.ar/
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